La biblioteca personal de la profesora Haydée Echeverría ya se encuentra catalogada y disponible en la Biblioteca Central
La profesora Haydée Echeverría fue una de las grandes maestras de nuestra Universidad, como directora de la Licenciatura en Psicopedagogía dejó un valioso legado para la Escuela de Humanidades y para toda la Comunidad UNSAM.
A fines de marzo de este año, sus hijos Alejandro y Pablo, con ayuda del profesor Sebastián Lipina, donaron parte de la biblioteca personal de Haydée a la Biblioteca Central. La donación recibida suma 230 libros especializados en educación, pedagogía, psicopedagogía, psicología y sociología, además de obras de literatura, material que, gracias a la generosidad de Pablo y Alejandro, está disponible para la consulta de toda la comunidad. Ver el listado de libros aquí
La querida profesora Haydée siempre estará presente en nuestra comunidad. En esta ocasión la recordamos con las palabras escritas en su memoria por las profesoras Claudia Viñuela Ortiz y Patricia Vila (2022), quienes fueran sus cercanas colegas y colaboradoras:
Haydée Echeverria
Semblanza
El todavía tibio sol de otoño ilumina la boletería de la estación. Un remolino de hojas se suspende en el andén. Se abren las puertas del cuarto vagón. Una pequeña mujer de paso ligero y muy firme sale de él. Parece dejarse abrazar por su tapado. Su cabeza está cubierta. Quizá su sombrero aun no abrigue todas las ideas que se gestarán ese nuevo día.
Las seis cuadras que separan el Campus Miguelete de la estación serán un buen momento para esbozarlas. Sin prisa y sin detenerse ingresará por la Escuela de Humanidades. Mirará hacia adentro de cada una de las aulas. Sus ojos color turquesa, siempre vivaces, siempre atentos. Subirá la escalera y hará su entrada en la oficina de Psicopedagogía. Nunca sin algo nuevo para compartir.
Con sus 86 años y una enfermedad que desde el 2013 no le dio respiro, Haydée no se ausentó un solo día del trabajo. Su rápida aceptación de los dispositivos tecnológicos le permitió hacer el seguimiento de cada proyecto. Un pensamiento joven, el reconocimiento y compromiso con las problemáticas epocales, y la comprensión e incorporación de cada uno de los hitos de su propia vida dotaban a sus palabras de la frescura que sus interlocutores necesitaban, a menudo para seguir pensando, para seguir construyendo.
Orgullosa de su ser maestra nacional superior no escatimaba oportunidades para poner en tensión las realidades de las profesiones feminizadas y sus múltiples exigencias. Su visionaria atención a la evaluación temprana del vínculo y sus consecuencias para el aprendizaje la dotaban además de una mirada de cuidado para todos con los que compartía su tarea. Con Haydée no se hablaba sólo de trabajo. El trabajo era una excusa para el vínculo humano.
El desarrollo de los aprendizajes tempranos y una psicopedagogía con capacidad de acción comunitaria eran su desvelo. Contagió su pasión y compromiso en diversos equipos profesionales a lo largo de su trayectoria; respetada y muy apreciada por quienes la conocimos.
En una entrevista realizada por el Dr. Lipina en el 2013 Haydée expresó:
“Fundamentalmente lo que les diría, primero, es tener confianza en el ser humano, en la posibilidad que el ser humano tiene de crecer. Obviamente que para esto se necesitan condiciones, condiciones externas e internas. Pero que no pierdan esa fe en el ser humano, como ser posible de comportamientos solidarios, cooperativos. Pero esto también encarna una importante responsabilidad, porque creer en el ser humano significa que tenemos que ahondar nuestros conocimientos, que faciliten para que un ser sea un ser humano. Por consiguiente, la formación que deben tener no debería escatimar los aportes (y esto es la riqueza de la psicopedagogía) de todo lo que pueda ir aconteciendo en el mundo. Esos aportes deben ser pasados por un tamiz de conceptualización que refleje un espejamiento con la realidad que le toca vivir a un ser humano. No podemos, y esto hay que grabárselo como un axioma, extrapolar conocimientos de otras latitudes o de otras teorías que no sean pasadas por nuestra realidad psicosocial y cultural. Pero, fundamentalmente, vuelvo al comienzo, la óptima formación tendría que ser el resguardo a través de toda la carrera, como creo que en parte lo hacemos nosotros también, de un estar al lado permanentemente de los alumnos que se van formando. Y esto es imprescindible, porque el psicopedagogo no solamente es un terapeuta (vaya la conceptualización que se tiene), sino que es un formador de conciencia también, como se puede ver cuando uno lo ve instalado en el campo de la formación de los recursos humanos (que es un campo amplísimo que tiene también la psicopedagogía). Pero el seguir creyendo, el creer fundamentalmente en el ser humano, en los valores que el mismo tiene como ser social solidario, creo que es fundamental frente a todos los otros conocimientos que se puedan ir adquiriendo.”
En memoria de Haydée, Sara Pain (2022) escribió algunas palabras, como Sara lo denominó, “sobre la amistad”:
Todo era propicio a nuestro encuentro. Aunque no fuimos compañeras de estudio, dado que yo nací cinco años antes que Haydée, las dos somos egresadas de filosofía.
La filosofía, una vocación de búsqueda de fundamentos. Al mismo tiempo, en ambas había el imperativo de probar en la práctica las posibilidades abiertas por la teoría, no sólo a fin de garantizar la efectiva operatividad de esa práctica clínica, sino también para tratar de incrementar el conocimiento de nuestro campo de investigación.
Comenzamos por un aula que fue nuestro laboratorio. El resultado está en el libro Psicopedagogía operativa. Y seguimos en esa ruta, a veces juntas, a veces separadas, pero nunca por mucho. Al final del camino, compartimos todavía nuestro gusto por la filosofía y la música, y es en esas artes que continuará un diálogo que empezó hace 50 años, y que pasó por todas las vicisitudes de nuestras agitadas biografías, de manera constante, sin fisuras.
La verdadera clave de la fuerza, de la difusión y del incremento de la psicopedagogía que entonces inauguramos fue nuestra amistad, porque nada hubiera sido fructuoso sin ese lazo generoso, profundo, continuo, ese diálogo cordial, al que se fueron sumando otras voces que, en diversos espacios, fueron aportando a su vez nuevas ideas, prácticas y proyectos. Más profundamente que el método y sus fundamentos, es el sentimiento de compartirlos, de hacer obra conjunta, que es el factor principal generador de transformaciones. Haydée supo suscitar cada vez esa amistad profunda que hace crear y creer, crecer e institucionalizar. Ella tenía ese don de sostener los vínculos afectivos que facilitan las condiciones del aprendizaje, en los pacientes, en los alumnos, como en los colaboradores. Creo que es su mejor y más permanente lección de vida: la comprensión es un acto de amistad, el odio es ignorancia. Gracias a ella por siempre”
Haydée no se despidió. Cada día nos dijo hasta mañana. Quizá sólo por el disciplinado ejercicio que supo practicar a lo largo de su vida: hacer prevalecer las pasiones alegres por sobre las situaciones tristes.
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